domingo, 25 de octubre de 2015

Así soy yo.

Hasta que no te metes de lleno en la preparación de una boda, no puedes hacerte ni una pequeña idea del mundo tan desconocido que hay detrás de un día tan bonito. Así pensé yo cuando conseguí ser consciente del próximo paso que daría en mi vida.

Vale que había estudiado Organización de Eventos, que sabía y me dedicaba a ellos, que me gustaba la moda, las flores y la decoración, que era creativa y luchaba por los imposibles que alguien un día decidía decirte con un no, pero fue una tarde de domingo, tal y como la de hoy, cuando paré mi vida y me pregunté… Voy a casarme, ¿y ahora qué?

Las clases en la Universidad, en el Máster, la teoría y su práctica habían estado muy bien… Pero la realidad era otra y de eso nadie me había hablado. Nadie me había contado las indecisiones que una sencilla y bonita tela, encaje o seda blanca, llámalo como quieras, me iba a traer. Así, con esta ligera idea os podéis imaginar lo mal que empecé.

Cuando yo había oído hablar a todas la novias que se probaban un vestido y sabían que era el suyo, yo me sentía rara. Yo sabía que no era ese tipo de chica que llegaba, se probaba y acertaba. Así fue entonces como topé con el gran mundo de las indecisiones. Yo no quería grandes firmas, yo quería mi vestido, uno que me identificara; eso era lo que les explicaba a mis amigas. Quería que el día que me vieran entrar en la iglesia, todas y cada una de las personas que allí estaban, pensaran…
¡Es ella!

No me probé ningún vestido de novia (error que hoy me atrevo a confesar, entre nosotros, que no volvería a cometer), ni en grandes firmas con diseños confeccionados ni en tiendas más pequeñas. Leí y releí muchísimas revistas, navegué por infinidad de blogs, pero siempre llegaba a la misma conclusión… En esas chicas, no veo mi yo.

Así fue como la semana siguiente a mi crisis de indecisiones, cogí a mi madre (¡bendita santa!) y me presenté en el taller de una modista. Yo no quería diseñadores, no quería firmas, quería mi vestido y quería ser yo. Lloré mucho (¡arriba las sensiblonas!) y no sé cuántas veces me arrepentí de todas mis decisiones, que más tarde quería otra vez, pero terminé siendo feliz.

Por eso a cada una de las novias que nos lee, nos escribe y nos pregunta, le decimos lo mismo… Sea el que sea, que te haga sonreír. Habrá gente que no le guste, que piense que no es tu estilo o simplemente que hable por hablar, pero en todo ese trayecto es hora de olvidar el que dirán… ¿No es tu día? ¿En serio no morirías por llevar el vestido con el que siempre te has imaginado?

Hoy es domingo, hoy es tarde de inspiración… Por eso, si te casas el año que viene, echa un ojo a estas novias, ellas son un claro ejemplo de identificación.

Volviendo la vista atrás, un estilo vintage hoy en día también es lo más.

Manselga

¿Quién dijo que una novia no podría lucir sus interminables piernas morenas?

Sarah Seven


O el pantalón... Esa comodidad absoluta en la que sentirte del todo segura.


Sino, siempre quedará un espíritu boho-chic en el que sentir la libertad.

Stolen Fox

Alberta Ferretti

O la personalización indudable de un vestido corto con el que asegurar la diversión.



Sea el que sea, pero recuérdalo siempre... Tú y tu propio yo.

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